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Login / Sign UpFrancis ajustó su gorra Marathon, aferrándose firmemente al manillar mientras su fiel bicicleta flotadora vibraba suavemente bajo sus pies. Aquel cielo infinito, salpicado de rascacielos segmentados que flotaban delicadamente como hojas en el viento, le recordaba vagamente a las interminables planicies australianas que había atravesado décadas atrás.
Se permitió un instante para recordar su primera gran aventura, cuando cruzó Australia en bicicleta en un tiempo en que las máquinas eran simples y las distancias, enormes desafíos. Esa memoria, mezclada con nostalgia, le brindaba confianza para enfrentarse a la extraña realidad que ahora vivía.
La ciudad flotante tenía un nombre peculiar: Nova Austral, un homenaje a la tierra que lo vio nacer. Francis había llegado allí siguiendo la pista de un antiguo colega y rival, Alden Rourke, desaparecido misteriosamente mientras exploraba esas mismas rutas aéreas.
En esta ciudad del futuro, las calles habían sido sustituidas por corrientes aéreas, rutas invisibles que debían recorrerse con intuición y coraje. Francis había enfrentado antes cocodrilos y desiertos implacables, pero aquí, el peligro acechaba en forma de turbulencias y autos voladores impacientes que rugían como bestias mecánicas.
Su bicicleta flotadora no era especialmente rápida ni sofisticada comparada con los vehículos modernos, pero Francis sabía que su habilidad residía en la paciencia y el dominio del equilibrio. Cada corriente aérea exigía precisión y nervios templados para evitar accidentes en las alturas.