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Just off the Neuse River Greenway, beside Horseshoe Farm Park in Wake Forest, NC, there’s a slope—recently draped in straw matting, its surface stitched by the long shadows of overhead wires. A scene meant for erosion control, not contemplation. And yet… it feels like something else entirely.
Like the courtyard of a forgotten palace. A waiting place. A world paused.
It reminded me of Ico, that quiet, luminous game where light leaks through broken stone and time feels suspended. Its visual mood seems born from Giorgio de Chirico’s metaphysical plazas—empty, endless, hushed—and from Tropic of Cancer (1945) by Ramsès Younan, whose painted stillness carries the same breathless tension.
Fumito Ueda, the game’s director, once said he aimed to build a world “forgotten by time.” You can feel it, in the architecture. In the air.
And maybe that’s what this image is too: just a roadside scene. Or maybe, the opening frame of a dream you almost remember.
G. de Chirico, Arrivo del trasloco, circa 1965. Source: Fondazione Giorgio e Isa de Chirico
A un costado del sendero Neuse River Greenway, junto a Horseshoe Farm Park en Wake Forest, Carolina del Norte, hay un talud—recientemente cubierto con mantas de paja, su superficie cosida por las largas sombras de los cables que lo atraviesan. Una escena pensada para el control de erosión, no para la contemplación. Y sin embargo… evoca algo completamente distinto.
Como el patio de un palacio olvidado. Un lugar en espera. Un mundo en pausa.
Me recordó a Ico, ese juego callado y luminoso donde la luz se filtra entre piedras rotas y el tiempo parece suspendido. Su estética parece nacida de las plazas metafísicas de Giorgio de Chirico—vacías, infinitas, silenciosas—y del cuadro Trópico de Cáncer (1945) del surrealista egipcio Ramsès Younan, cuya quietud pictórica transmite la misma tensión contenida y sin aliento.
Fumito Ueda, director de Ico, dijo alguna vez que buscaba crear un mundo “olvidado por el tiempo.” Se siente en la arquitectura. En el aire.
Tal vez esta imagen sea solo una escena al borde del camino. O tal vez… el primer fotograma de un sueño que casi logras recordar.
G. de Chirico, Arrivo del trasloco, circa 1965. Fuente: Fondazione Giorgio e Isa de Chirico