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Relato vivaz de una noche en Villa Mella, donde los tambores de palos se mezclan con rezos cantados, anécdotas de cacao y datos históricos sobre la afroespiritualidad dominicana.
Prólogo rumbero A las nueve suena el primer cuero; la luna todavía no ha decidido si ponerse seria o seguir bromeando.
La raíz africana
Ritual y chocolate Entre toque y toque, doña Mercedes reparte tazas de cacao espeso. Cuenta que el grano dominicano fue tan codiciado en el siglo XVIII que los piratas lo usaban de moneda.
Sudor, fe y carcajadas Cuando el canto de salve invoca a San Benito, los niños se esconden detrás de los tambores para imitar su eco. Yo me uno con mi güira; es imposible llevar la cuenta de cuántas sonrisas nacerán antes del amanecer.
Epílogo El cuero se enfría, pero el barrio no. Al final todos firmamos la noche con un “¡que repita!” que retumba hasta el amanecer. Porque, si algo enseña la percusión, es que descansar también se baila.