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Versos para cuando todo se tambalea.
Justo ahora, cuando al fin aprendí a atarme los zapatos sin prisa, a hablarme en voz baja, a escuchar el crujido del pan, el mundo decidió perder la cabeza.
Las calles no caminan, corren. Las bocas no dicen, gritan. Los días no pasan, se caen.
Y yo, con un cuaderno viejo y un café que ya no humea, descubro que sé lo que quiero.
Tal vez es coincidencia, o el eco burlón del destino, pero justo cuando todo afuera se desordena, mi adentro se acomoda, como un cajón con cartas bien dobladas.
¿Será que hace falta que el mundo grite para que uno escuche el murmullo propio?
¿Será que la locura ajena deja espacio, por un momento, para sentarse en paz y coser los hilos sueltos?
No lo sé. Solo sé que camino más firme cuando todo tiembla. Y que, por raro que parezca, el caos me ha dado un rincón donde descansar mi nombre.